Jesse no podía soportar la idea de no haber podido salir de su pequeño país para poder explorar las maravillas externas. Tan horrible le pareció eso que escapo de casa para tomar el primer boleto de avión a ningún país en específico e ir a la aventura sin armadura ni caballo. Japón fue su destino y maravillado recorrió éste por los primeros días. Dormía en hoteles baratos y casi ni comía. En uno de sus grandes recorridos turísticos por el país terminó llegando a algún tipo de templo o castillo hermoso. En realidad era como un hogar gigante tradicional. Jesse definitivamente quería entrar... Buscó y buscó una manera de entrar hasta que encontró una pared la cual sería fácil de escalar. Lo hizo hábilmente y cuando estubo en la cima de ésta vió la maravilla más hermosa de todas. Un chico de cabello tan negro como la ceniza lo observo extrañado con esos preciosos ojos del mismo color, tan profundos y sabios... De la sorpresa el joven de piel morena calló del otro lado de la pared provocando una encantadora y suave risa en el contrario. Jesse se había enamorado, eso lo supo desde el primer instante en qué lo vio, torpemente se paró y se acercó decidido hacia el asiático, lo miro seriamente y simplemente dijo "¿Acaso eres mi destino?"