Se paro frente al espejo, y despacio empezó a desprenderse de las prendas que cubrían su cuerpo. Sus ojos comenzaron a viajar por cada centímetro de su piel, deteniéndose allí donde creía apreciar una imperfección bastante destacada. Se detuvo en las estrías de sus piernas y glúteos, las observo durante horas esperando que aquellas marcas desaparecieran. Sus ojos continuaron más allá, hasta el abdomen, y ahí ya no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos, con la esperanza de que este se aplanara. El viaje se reanudó y cuando sus ojos encontraron los de su reflejo, la tristeza miraba a aquella joven devastada y cansada de tanto sufrir; ella, miraba detenidamente cada rasgo de su piel, observando cada una de las marcas de acné que habían marcado aquel delicado rostro. Aquella mujer, no se veía para nada hermosa y la rabia la llevo a destruir el espejo en miles de trozos de cristal; Cayó de rodillas sobre ellos y dejo que las lágrimas empaparan su rostro.