Las lagrimas caían como cascadas por mi rostro al ver su cuerpo ser consumido por las llamas. Apreté con fuerza entre mis manos aquel colgante. Su cuerpo que poco a poco se convertían en cenizas, se esparcían por la tierra seca. No me arrepentía de lo que había hecho, pero este acontecimiento marcaba un antes y un después en mi vida. Desplegué mis alas y observe con atención como estas poco a poco pasaban de ser blancas a negras. Ahora ya no podía volver a mi reino, a mi casa, ahora pertenecía a un nuevo mundo. Pero ahora eso me daba igual. Debía vengar su muerte. Su alma.
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