Auron carraspeó. En automático, siguió avanzando. No era asunto suyo. Llegaría a casa, se serviría una buena copa de vino y cenaría un bistec con patatas que sobró de la cena de ayer antes de irse a dormir con la televisión encendida. Tal vez incluso se bañaría en la tina con un par de sales relajantes. Pero no avanzó más de tres pasos antes de detenerse y dar una vuelta de 180 grados.