«-¡Decídelo de una vez! -gruñó, con su filosa voz arañando y cortando el frío y rígido ambiente que se cernía sobre ambos. -¿Decidir qué? Resopló con fuerza y le miró. Sus ojos seguían siendo de una tonalidad tan rojiza que parecían rubíes. Iguales al color de la sangre que acababa de beber. -Decide de qué lado estás.»