Uno, dos, tres... ¿Cuanto tiempo más tengo que esperar?
Me recargo en la silla y contemplo el techo. Todos los días es lo mismo desde hace un mes, ¿Que más podía hacer?
Una lágrima se escapa de mi ojo y rio amargamente, ¿De quién más era la culpa?
Inhaló profundamente y por fin después de mucho tiempo enciendo el teléfono, espero pacientemente; observo su habitación: vidrios rotos pertenecientes a algún marco, ropa por doquier, libros fuera del librero, lámparas rotas, y su cama... su estúpida cama estaba revuelta, suspiro. Volvió a prestar atención a su dispositivo, que no dejaba de sonar con aquel tono exageradamente llamativo, sobo su frente y una vez más suspiro, todo su día se iría en llamadas.
Lentamente se puso de pie, sus manos dolían y sus ojos ardían. Camino a la sala, claramente no estaba mejor que su cuarto y que decir de la cocina, le llevaría tiempo limpiar todo aquello, busco un lugar sin ningún vidrio por desgracia no había, maldigo.
El timbre sonó, los problemas habían llegado y el tiempo parecía haberse detenido.
Historia con faltas de ortografía y redacción
Correcciones al finalizar la historia