-Por favor, Kurt. Sal conmigo, te ves tan lindo hoy- hablo acercándome al chico castaño que está cruzado de brazos en los pasillos de McKinley. -Encantador, sólo hay un problema-una mueca de preocupación fingida se forma en el rostro del chico- de hecho, soy Carson-lleva su mano hacia la cara sin dejar de sonreír arrogantemente, retrocedo unos pasos negando con la cabeza ligeramente, confundido. -¿Qué?- Reprimo una sonrisa pensando que es una clase de broma de mal gusto, Carson no tiene nada que hacer por aquí. -Espera a que le cuente a Kurt-responde Carson desconsideradamente dándome la espalda de inmediato sin querer escuchar otra palabra de mi parte. En ocasiones siento que no soporta saber que existo. Al otro día. -¿Estabas ligándote a mi hermano?-grita Kurt incrédulo por detrás de mí, lo miro de reojo y está sujetando firmemente su maletín por un costado. Eso es una mala señal. -Oh Dios, te lo dijo- respondo sin voltear, llevando la mano hacia mis ojos y sintiendo las mejillas calientes de vergüenza. Desde el momento en que pise McKinley High, se ha sentido metafóricamente como ser golpeado por los Hummel, es decir, en el buen sentido. Creo.