Aunque no sigas mis pasos
Akire siempre había sido un torbellino de energía, desbordante de ideas, aventuras, y una insaciable curiosidad por el mundo. A pesar de que una condición genética lo había dejado con piernas demasiado débiles para caminar, Akire nunca permitió que eso lo detuviera. Su silla de ruedas era una extensión de su personalidad vibrante, no un obstáculo. Con una sonrisa constante y un corazón libre, Akire vivía a su propio ritmo, desafiando las expectativas de todos.
Por otro lado, estaba Gladyon, un joven reservado y reflexivo, cuyo mundo parecía estar en completo contraste con el de Akire. Mientras Akire recorría la vida con velocidad, Gladyon prefería la calma y el silencio, siempre observando y procesando antes de actuar. Su vida se basaba en la estabilidad y el orden, y había aprendido a no arriesgar demasiado.
La relación entre Akire y Gladyon comienza en medio de estos contrastes: Akire, siempre buscando algo nuevo y emocionante, encuentra en Gladyon un misterio silencioso que lo intriga. Mientras que Gladyon, con su vida organizada y predecible, se siente desconcertado por la energía imparable de Akire. Pero, a medida que sus caminos se cruzan, ambos descubrirán que, aunque no sigan los mismos pasos, pueden caminar juntos en un viaje donde sus diferencias se complementan.
