ℳℴ𝓃 𝒜𝓃ℊℯ 𝒟ℯ́𝒸𝒽𝓊 / ℳ𝒾́ 𝒜́𝓃ℊℯ𝓁 𝒞𝒶𝒾́𝒹ℴ

Era de noche y estaba sola en mi habitación, hasta que entró un chico por la ventana.

-¿Quién eres y qué haces en mi casa?

-Soy Nicolás Ricci. Y estoy aquí por ti.

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Estábamos los dos tumbados en el sofá, yo abrazada a él hasta que llegó un hombre vestido todo de negro.

-Vaya, vaya, vaya. Al final no se lo dijiste para que la querías.

-Cállate.

-Díselo si no quieres que muera.

-No.

El hombre me tomó de la cintura y me tiro hacia él y me puso una daga en el cuello.

-¿Ahora se lo dirás?

-¿Decirme qué?

-Solo te utilizaba. Quería enamorarte para después romper tú corazón.

-¡TE ODIO! -el hombre me soltó ye fui corriendo mientras lloraba.

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Estaba peleando con el hombre de aquella vez. Me sentía cansado, estaba de rodillas en el suelo mientras él me apuntaba con una daga. Vino Helga corriendo.

-¿¡Que haces!? ¡Vete de aquí!

-¡No! ¡BASTA! -se puso entre mí y la daga. La apuñaló a ella. Cayó al suelo.

-¡NOOOOO!

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-E-esto-oy bi-bien.

-N-o, no lo e-estás.

Mire hacia al cielo. «𝑃𝑎𝑑𝑟𝑒, 𝑎𝑦𝑢́𝑑𝑎𝑙𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑓𝑎𝑣𝑜𝑟», era lo único que pensaba ahora, en que se mantenga despierta.

Pero, al bajar la mirada para encontrarme con la suya era tarde, tenía los ojos cerrados.

-N-no, por favor -las lágrimas bajaban lentamente por mis mejillas rozando el labio y caían a la cara de mi amor.

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«𝐿𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜́ 𝑒𝑛 𝑐𝑜𝑚𝑎», pensaba.

Me derrumbé. Las lágrimas bajaban lentamente. Lloré. Lloré como nunca lo había hecho. Grité. Grité soltando todo de dentro.