No estaba preparada para su llegada en mi vida. Una vida ya hecha, en la que tenía un esposo que amaba y una pequeña que adoraba.
Un esposo cuyas mentiras empezaban a destrozar nuestro matrimonio.
Una hija que me unía a él, a un pasado sin recuerdos.
Por ella estuve decidida a luchar por mi matrimonio, a ser lo que fuimos cierta vez. Pero ¿cómo luchar por unir lo roto cuando yo misma caminaba a pedazos? No lo supe, hasta literalmente estrellarme contra él.
La belleza de su angustia supo encandilar a cada parte de mí: la olvidada, la rota y la desconocida. Con él, aprendí a armar un rompecabezas usando mis piezas y aunque quise hacerlo con mi esposo, caí en cuenta que mis piezas no encajaban con las de él como lo hacía con el recién llegado.
Luché, de verdad hice lo imposible para no ceder a la tentación de su tristeza con la mía. En mi lucha, supe que la carne es débil, que la soledad es hambrienta. Ambos caímos, fuimos esclavos del otro y en su piel, descubrí la realidad que tenía delante como un susurro, una cortina de humo que hueles sin ver.
Y fue allí que mi verdadera pesadilla comenzó.
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho?
Dinero, fama, éxito..
O tal vez... ¿nuestra propia vida?
Fiorella se perdió por darle todo a Patrick,
Patrick perdio a Fiorrella por quererlo todo..