Él era un maldito, peligroso y divertido juego, uno que odiaba. Uno que no podía negarme a jugar. Un reto que estaba dispuesta a cumplir. Quería que, en unos años cuando tuviese que pensar en quien más le había cambiado la vida mi recuerdo llegara antes que nadie. Que hubiese un antes y un después. Sabía que no era la primera y no sería la última pero estaba segura como el infierno que sería de la que Alex más se iba a acordar. Ya me encargaría yo de eso.
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