Melina y Ernest tenían una hermosa relación fraternal. Desde aquella noche, en la que el conde ofreció su ayuda a la rubia, formaron un lazo más grande que la sangre. Sus vidas eran sencillamente felices. No había mucho que contar, pero sí tanto por escuchar. Pero entonces sucedió; todo necesita un poco de agitación, un poco de marea, un poco de tormenta. Un poco de aventura, un poco de pasión, y quizás, solo quizás: Dos cucharadas de amor.All Rights Reserved