Silvia Velásquez, a pesar de su corta edad, ya ha atravesado por más cambios, pérdidas y desilusiones que la mayoría de jóvenes que ha conocido; y eso ha templado su carácter, volviéndola, tal vez, un poco más cínica que antes. Ser nadie para los demás, sufrir el hambre, el abandono, el acoso, y luego pasar a vivir en la riqueza y la comodidad, le han hecho comprender varios puntos importantes de la vida y la sociedad que son imprescindibles para sobrevivir.
Así que el amor no es sino un escalón más en su vida.
Creyendo que éste se puede condicionar, ha perfeccionado una lista de atributos que el hombre de sus sueños debe tener. Sin embargo, él, Fernando, no cumple con ninguno de esos atributos, y es, de todos modos, con quien vivirá lo absurdo e irracional que puede llegar a ser el amor.
Ana ha llegado a la ciudad junto con su mejor amiga y sus hermanos para cambiar, para ser libre, para mejorar. Pero hay alguien que no aprecia los esfuerzos que ella hace, y sólo la ve como la pueblerina que alguna vez fue, haciendo caer sobre ella la sentencia de que aunque se vista de oro, seguirá siendo la misma. O eso es lo que ella cree.
Carlos es un hombre de negocios ante todo. Tiene su vida organizada, su destino y futuro trazados, pero guarda un secreto que lo ha venido carcomiendo desde hace mucho tiempo, y ya no podrá aguantarlo. Pronto aprenderá que el amor, entre más intentes contenerlo, más desbordante se hará.