Hay una idea muy difundida, un saber concreto, sobre quienes padecen anorexia, sobre quienes no comen. Se la ve desnuda a una mujer, de piel pálida y huesos filosos, frente a un espejo. Su cara, horrorizada, se dirige a la imagen que el espejo le retorna, una imagen poco fiel a sus labios violetas y los moretones que tiene en la zona de la columna. Es una imagen de la abundancia personificada, de la piel que cuelga y un cuerpo que ocupa más espacio del que le han dicho que es prudente ocupar. La imagen de la escasez enfrentada a la imagen del sinfín.
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