Él es un gruñón solitario. Ella una alegre cariñosa. Ya se, la típica historia de la chica que le enseña a vivir alegremente a un chico deprimido. Eh..., no. Dylan no estaba deprimido y tampoco quería enseñanzas de vida. Y aún así, se empecina en ayudar a una pequeña irritante que sin darse cuenta, estaba perdiendo su chispa. Se volvió un gruñón en todo el sentido de la palabra, un repartidor de helados y un protector de primera. Y es que... ¿ Quién ayuda a quién? ¿ Y cuál de los dos tuvo la suerte de conocerse en esa fatídica noche gracias a una sombrilla azul?