Unos días más tarde de la muerte de Leopoldo, todo había vuelto a la normalidad. El CNP no se podía dar la libertad de pararse y llorar una semana ya que eran el escudo de la ciudad, estaban en constante peligro y la ciudad no tendría empatía ninguna para que los agentes se recuperen. Viéndolo por el lado bueno, este acontecimiento había cambiado la rutinas de muchas personas y una de ellas era Horacio, aunque en este caso, un ligero cambio.