Hay momentos en los que sientes que todo te ahoga, que es la soga de palabras ahogadas la que te aprieta al cuello dejándote sin aire. Palabras mudas que dicen más que mil gritos de socorro y con la capacidad de dejarte la garganta desgarrada. Y yo ya me cansé de que fuera la soga la que tuviera el gusto de ahogarme, y decidí ser yo la culpable de mi falta de aire sumergiéndome en estos escritos que salen de mi pecho. Aunque a día de hoy, escribo para salvarme con la esperanza de que quizá algún día escriba que me he salvado. Bienvenidos a mi mundo; os presento a mis demonios.
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