"Los lugares más hermosos suelen ser los más peligrosos, lo mismo ocurre con las personas... no en todos se puede confiar, ¿verdad?" Murmuró aquella lúgubre voz en su oído, tal y como lo haría la misma muerte anunciándose a un pobre enfermo.
Solo que él sostenía su hombro con fuerza.
Ella sabia que no era humano... la sangre empezaba a emanar de su hombro, justo donde sus garras perforaban la piel.
Este pueblo sucumbió a su ira, a la negatividad de su ser, a su hambre por poseer...
" ¿Que harás conmigo? " Preguntaba la joven en sus pensamientos, a sabiendas que podría escucharlos.
" ¿Con que deseas que empiece? " Preguntó la criatura de forma burlona y cruel. " Podría alimentarme con tu carne, deleitarme con tus gritos o simplemente conservarte como trofeo, incluso agradecerte... " Continuaba hablando en la mente de Lyar, con aquella grave y monstruosa voz que lograba erizar la piel.
" ¿Por que me agradecerías? " Se atrevió a preguntar nuevamente.
" Por liberarme " Respondió, retirando sus delgadas pero filosas garras de su piel, solo para limpiar el elixir carmesí con su larga y fría lengua.
El hedor de la muerte no estaba en su aliento, ni en su tacto...
Era la muerte de una dimensión desconocida, y ella sin saberlo, le abrió las puertas a la suya.
podrán culparlo por sus acciones, pero no por su forma de amar, provocar un accidente haciendo que el joven perdiera su memoria para hacerlo suyo, le salió bien pero no quiere decir que se salvara de la verdad, su castigo será estar ocho años de los ojos que eran su obsesión, pensando que estos ya se encontraban cerrados para siempre bajo tierra, pero por error el mafioso jefe de corea, descubre que todo fue una farsa, y los ocho años de sufrimiento lejos de su obsesión habían acabado