Ser el hijo del Presidente.
Aquello había pensado era algo que, contra mi voluntad, me definía. Dejaba de ser Will Harrison para ser la persona que todos pensaban que era, quien ellos esperaban que fuese, sin siquiera molestarse en descubrir mi verdadero yo. Sumada a la perdida de mi madre y a los contantes recordatorios de mi rol en su muerte era en cambio aquel recuerdo distante de culpa y miedo. Mi vida no es bajo ningún sentido perfecta, pero a pesar de ello sé que cuento con mi padre, con Rick, con mis amigos, con mi familia... y pensaba que contaba con ella.
Han pasado tres meses desde lo que sucedió en Paris, pero para mí es como si no hubiese transcurrido una hora. El dolor está fresco en mi pecho por más que presente una máscara al resto del mundo. Un acto que pongo para todos, un acto donde estoy bien, donde me divierto, donde intento regresar a quien era antes de que ella me destruyera. Antes de que me enamorase de alguien que no vacilo en desmantelar todas las murallas que había levantado para protegerme, a quien no le importo que desnudara mi alma o que me entregase a ella por completo.
Pero a pesar de todo ello sé que aun la amo. No le puedo perdonar que me hiciera amarla tanto como para que, cuando decidió destruirme, lo hiciera con tanta facilidad. Y mirándome al rostro al hacerlo. Pero sobre todas las cosas, lo que más me atormenta, lo que más me he repetido en la cabeza los últimos meses, lo que no me puedo perdonar a mí mismo es amarla tanto como para olvidarme quien soy.
Y si tengo algo claro es que soy más que el hijo del Presidente.
Nube Queen no es normal, ella me desestabiliza, entre mas la intento acercar mas se aleja y solo me da mas curiosidad en controlar su mente. El placer que ha despertado en mi solo me incita a pensar dia y noche en jugar con ella, en meterla a mi mundo de placer.
-Solo serán diez veces -dije- ¿Quieres jugar conmigo?
Nube Queen asustada como estaba cerró los ojos y me dijo:
-Juguemos.