Corres sin mirar atrás, tan rápido como tus pies lo permiten. Tus impulsos te hacen cerrar los ojos, pero te estás viendo a ti mismo: frágil, ausente, roto. Cada vez andas más rápido y ya ni siquiera pareces perdido, solo sientes que estás cayendo. Cómo si tu cuerpo estuviera dormido. Cómo si tu mente estuviese despierta. Tus manos empiezan a temblar y tus ojos no tardan en desdibujarse. "Va a llover" piensas; tus piernas empiezan a correr, no importa, sólo quieres salir de allí, ir lejos, escapar, fugarte de este purgatório. Sostienes las llaves en las manos y las mantienes apretadas. - Tal vez así es como deja de doler- repites, pero no lo hace y tu corazón quiere dejar de arder. Entonces ya has llegado a tu portal, luego abres la puerta y subes al elevador. Cada vez tu visión empeora. Está empezando, lo sabes. Pones la llave en la cerradura, cierras los ojos y entras. No estás en casa, no estás nunca. Intentas eludir los ruidos de tu dormitorio, pero son hilos de insomnio. Quieres gritar pero tu garganta tiene un nudo que enreda tu espina dorsal , y te vuelve más pequeño. Lana no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir tras la muerte de su tío y las consecuencias que esta tendría en sí misma: sueños extraños, nuevos espejismos, simulaciones que derivan a, por unos instantes, sentir que estás muriendo... las cosas empezaron a empeorar cuando sus amigos le contaban qué veían en cada coma etílico que padecían, en cada momento en el que su corazón se atragantaba, entraba en trance y se detenía al camino de un nuevo mundo; cuando Lana soñó con el suicidio de esa pobre chica, todo, absolutamente todo incluso las vidas que tenía a su alcance, empezaron a cambiar demasiado.
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