Eduardo, desde pequeño oyó sonidos extraños que provenían de entre medio de las paredes, un llanto tan desgarrador que le erizaba la piel. Cada vez que le contaba de estos sucesos a sus padres, ellos se miraban entre si para luego negar. "Es tú imaginación", solían decir.
Un día, cegado por la curiosidad decidió seguir aquel llanto, descubriendo que en el sótano de su casa existían paredes falsas. Jamás imaginó que entre paredes, entre las paredes de su hogar vivía un niño de su edad. Se asustó tanto que sus padres llegaron a socorrerlo, sin embargo, ignoraron la presencia del pequeño, quién desde un oscuro rincón les observaba aterrado.
Eduardo estaba confundido, a tan corta edad no sabía que pensar al respecto. Sin importar si él era real o no, construyó lazos tan poderosos que resultaban imposibles de cortar.