Como cada año...

Ha suplicado a los cielos, a la tierra, al viento, a la muerte.

Lan XiChen ha deseado tanto, que en medio de la penumbra y el dolor, alcanzó la inmortalidad y sobre ella ha caminado anhelante.

Pero la respuesta nunca llega y el sufrimiento permanece.

El primer siglo esperó a que las almas de aquellos a quienes llamó hermanos fueran liberadas, viajando de tanto en tanto para meditar sobre su descanso. Sin embargo su deseo yacía inerte sólo sobre uno de ellos, el menor de estos.

Fue en el segundo siglo cuando la ilusión de verle volver surgió, y comenzó a aguardar, un siglo y luego otro y otro, hasta que la esperanza se convirtió en un fino hilo a punto de romperse.
Postrado, inclinó una vez más su cabeza y encendió el incienso.

Otro aniversario más y él seguía tan ausente.