Su respiración se aceleraba con cada paso.
Lo mataría.
Por sus celos de loca, juraba que lo mataría.
No sabía qué sentir, todo se disputaba entre el miedo, la ira, dolor y amor. Iba con tanta seguridad que dudaba de poder cruzar más allá de la esquina. No era tan valiente. Le dolía el pecho, eso era lo que odiaba del asma; en situaciones limite prefería contenerle el aire en los pulmones y dejarla sin capacidad para ir más rápido. A lo mejor le daba un paro respiratorio antes de llegar. Cada vez la calle se divisaba más cerca, y la nube de emociones se hacia más grande, se avecinaba una tormenta.
Justo antes de entrar a la calle del infierno; respiro, se relajó y decidió que no sería una psicópata, prefería que en el tribunal cuando la estuvieran sentenciando por asesinato en primer, segundo y tercer grado - la verdad ni siquiera sabía si eso era posible - la denominaran como sociópata. Así que detuvo su ira violenta y espió desde la esquina escondida, no había autos que no reconociera aparcados en la casa del amor de su vida, ese que ahora le estaba rompiendo el corazón en mil pedazos.
- Que sea lo que Dios quiera. - Y decidida caminó, por no decir que corrió hasta la casa del hombre que tanto amaba, ese que podía controlar sus sentimientos con sólo una palabra.
Pero ésta vez, las palabras sobraron.
Kim nunca pensó que mentir en su currículum la llevaría a una completa travesía con su joven jefe.
Nico nunca pensó que darle una oportunidad a Kim la convertiría en el amor de su vida.