Samantha Gilabert, 26 años y de un pueblo alicantino, marcada por el fallecimiento de Laura, su mejor amiga, decide devolverle todo lo que esta le dio en forma de canciones.
Se muda a Madrid con la intención de dejar pasar todo el dolor que sus tierras valencianas le producían, atacándola con recuerdos en cada rincón de su pueblo, Beniarrés.
Consigue un trabajo que a pesar de no llenarle, siente satisfacción al no depender de sus padres para pagarse el piso y compartido.
Lo comparte con una desconocida que según pasan los días pasa a ser su hermana, Maialen.
Pasado un tiempo desde el momento en que Maialen descubre el talento que la rubia tiene para la música consigue llevársela una tarde a un pequeño local que alquilaba todos los sábados con su grupo de amigos.
Avanzaba su estancia en la capital y Samantha se encontraba más agusto con su compañera de piso y su grupo, especialmente con un murciano que rondaba por su cabeza siempre que esta intentaba dormir, y cuando no también.
Cuando todo te ha ido mal en la vida, lo menos que necesitas es que continuamente te digan que necesitas recomponerte y pasar página. ¡Cómo si fuera fácil! Samantha estaba muy harta de escuchar siempre lo mismo.
Llevaba 5 años que vivía sin vivir. A duras penas, compadeciéndose de sí misma, pero sin dar lastima, eso no iba con ella.
Lo cierto era que podría echarle la culpa a una sola persona de su estado actual. Pero no sería del todo justo. Había perdido a muchas personas en el camino, y aunque ÉL había sido gran parte de esas perdidas, no sería razonable hacerle cargar con todo el muerto. Nunca mejor dicho.
ÉL.
Aquél que llevaba 5 años sin ver. Y ni quería.
Aquél que aparecería un día por su casa, porque sí y volvería a poner patas arriba su vida.
O a devolverle la vida, según se mirara.
Samantha estaba rota ¿sería capaz ÉL de reconstruir los pedazos, que una vez él mismo rompió?