Él sólo es un Stripper (próximamente)

Las luces le bailaban en el cuerpo al chico, como si le estuvieran lamiendo los músculos, la piel, esos pómulos afilados que años atrás ella llegó a besar hasta el cansancio y que conocía tan bien.

La música era ensordecedora, vibraba, hacía que la única forma de poder conversar fuera de cerca, dejando que el aliento de la otra persona te hiciera cosquillas en el lóbulo, en la nuca, que te erizara cada maldita célula de la piel.

Pero por alguna razón Audrey Montebello no podía escuchar nada, ver nada, sentir nada...

Nada salvo el torrente de emociones que aquella hermosa criatura le provocaba.

Y es que la belleza, el alcohol, y esa ráfaga de emociones que ella creía enterradas para siempre, se pueden llevar mal.

Muy MAL.

Porque de repente, aquel anillo sobre su dedo anular ya no se veía tan grande, ni la piedra tan brillante... No... brillantes eran las gotas de sudor y licor que se deslizaban por todo el cuerpo de aquel chico que la miraba de regreso.

Daniel.

Daniel Sorrentino.

Su, Daniel Sorrentino.

El chico al que había amado con locura y que también había dejado plantado frente al altar, canjeando todo ese amor por un vuelo a Nueva York.

Un vuelo sin retorno.

Pero el mundo es redondo y los imanes estan destinados a encontrarse. Sobretodo los que al primer contacto, arden.