En una noche cerrada entre las silenciosas calles de Chicago, en la parte oscura de la ciudad, caminaba esquivando los numerosos charcos de agua tibia producidos por las frecuentes lluvias de aquellos últimos meses. Las luces parpadeaban por el desgaste del tiempo, haciendo de las callejuelas un lugar perfecto para una película de miedo. El constante eco de mis pasos junto con el breve sonido de las gotas cayendo de los canalones y el silvido del viento llenando las calles lo hacía todo más tétrico aún. Trago saliva, temo lo que viene a continuación. Me paro en seco, cerrando los ojos fuertemente, como imaginaba, el eco de mis pasos, no era realmente el de mis pasos. Mantengo los ojos cerrados, mientras aquella aguda risa inunda el lugar. Nada que no halla vivido aún. Los pasos se acercan cada vez más, hasta el punto de poder notarlo a mi lado. De repente, cesan y se hace el silencio. El frío aliento chocando contra mi cuello me hace estremecer, justo cuando unas huesudas manos se apollan sobre mis hombros y me susurran "Abre los ojos". Los abro rápidamente, intentando terminar con esto lo antes posible. Y aquí me encuentro, en esta habitación, a la vez tan igual y tan diferente, como siempre. La pared negra delante de mí no revela nada. La tenebrosa voz vuelve, me ordena que me dé la vuelta. Lo hago sin miedo, me encuentro con el tan familiar espejo, en el que nunca me he visto reflejada. Observo detenidamente los espíritus, demonios y almas encerradas dentro de éste. Y aparece el esperado mensaje:
" No siempre son sueños lo que sueños parecen"
Sin tiempo para pensarlo, un mareo invade mi cuerpo, me desmayo, a la vez que me despierto de la tercera "visión" de esta semana.
<<Esto no pueden ser sólo sueños. Esto tiene que ser real>>