- No puedo doctor - dijo el alfa, desesperado. - Tienes que hacerlo si no morirá - contestó el médico, su mirada era seria ininmutable. - No puedo marcarlo contra su voluntad - respondió el alfa, tratando de pensar cuál era la mejor opción. - Es la única manera de que se salve - respondió mirando nuevamente el expediente. El joven alfa respiró hondo. Acarició su cuello lo lamio y al sentir el sabor de su piel, el deseo irrefrenable por marcarlo lo invadió, Mio grito su alfa y el hundió sus colmillo en su cuello, eternamente mío. Bienvenidos a la segunda parte de la novela Los Tres Reyes.
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