Abandonadas en una parte recóndita de mi mente como un vago recuerdo de una desesperanza que me arrancó la felicidad del pecho, dejándome con un vacío que nada podía llenar y que al final se convirtió en un océano profundo, turbulento e infinito de lágrimas silenciosas que alguna vez derramé. El mismo océano en el cual me ahogo lentamente, sin lograr ver la luz reflejándose en la superficie. Cartas, poemas, pequeños escenarios que trataba de crear para olvidarme de la miseria que se presentaba en mi realidad. Pequeñas notas que al final nunca fueron recibidas por la persona indicada y ahora son nada más que las cartas que nunca envié y que pronto quemaré.