La vida suele ser un tanto complicada algunas veces, bueno... Quizás un tanto demasiada. Existen realidades que parecen haber nacido para estar rotas, y si ella tuviese la posibilidad de admitirlo, Amelia sería la primera en encajar en ese panorama.
Después de vivir su vida con el peso de un sentimiento que no parece quererla abandonar, y luego de un suceso que la marcó por completo, ha llegado al punto de tener que sonreír las lágrimas y ocultarse bajo una mala imitación de la versión que todos desean haya sido, sin tomar en cuenta, que lo único que la mantiene en pie es una bomba de tiempo que en cualquier minuto podría detonar.
Como si se tratase del destino, Eduardo entra en toda esta jugada, con una sonrisa, ojos oscuros y barba perfectamente arreglada; pero al mismo tiempo, con un secreto que no parece ser capaz de soltar. Un secreto que sin que lo hayan percatado, los lleva a un viaje en el que podrían descubrir más de lo que esperaron jamás.
Amelia y Eduardo es una historia sobre lo volátil de la vida, sobre el peso de nuestras propias cargas, sobre cómo recuperar la fe en aquello que hemos dado al olvido, y cómo ganar inclusive luego de haber perdido. Es una historia de amor que no tiene que ver con enamorarse de alguien más, sino, con enamorarse de nosotros mismos.
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Samantha Rivera y María Victoria Arellano.
No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. María Victoria era dueña de si misma, Samantha era una chica insegura. Sus manos parecían ser hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.
Samantha era su pequeña.
Está historia no me pertenece, todos los derechos a su autor original.