Alondra. Ese era su nombre, en realidad sonaba como almendra, que combinaba tambien con el color de sus ojos. Intensos y con largas pestañas, esos eran sus ojos. Su nariz era perfilada, sus cabellos eran un intenso color castaño y sus mejillas siempre se encontraban de color carmesí.
Era hermosa.
Y Paul saboreaba su nombre. Alondra, repetía una y otra vez; desde que vio esa tarde de enero en las afueras de una cafetería, no paraba de pensar en ella. Quizá se había convertido en su acosador personal, dado a que no paraba de verla, admirar ese lacio que caza por su espalda.
Era todo un deleite.
Enamorado de Alondra y ella no tenia ni la menor idea de quien era Paul... O eso era lo ella creía.