Todas las niñas sueñan en algún momento de su vida, con la persona con quien quieren estar. No tuve esa misma suerte. Mi nombre es Kagome Higurashi y tengo 15 años de edad y estoy cursando tercer año de Secundaria. Siempre e vivido en Tokyo y vivo solamente con mi madre, mi abuelo y mi hermano menor. Como dije anteriormente, no tuve la fortuna de soñar con ese ser querido, pero si con un demonio. Mi madre y abuelo me contaron sobre los ataques de miedo y terror que me ocurrían cuando tenia 5 años, alrededor de las 4 de la mañana. Solía despertarme asustada repitiendo una y otra vez:
"Me quiere a mi, sólo a mi"
Nunca fui específica con lo que decía, puesto que al despertar, toda la imagen de ese demonio se desvanecía. Solo recordaba esa frase y muy pocos rasgos que se me marcaron. Lo que lo hacía parecer un demonio era su sonrisa malévola y garras manchadas de sangre. Mi mamá busco la manera de ayudarme pero todo era inútil. Médicos, psicólogos e incluso monjes no sabían la causa del porqué este demonio me molestaba, así que decidí enfrentarlo yo misma. Un día decidida, me acosté en mi cama e intenté lo que nunca me atreví hacer; evitar que siguiera manipulándome en mi propia cabeza. Tiempo después me acostumbré a ignorarlo y desapareció diciendome
"No podrás huir, muy pronto nos volveremos a ver"
Jamas imagine que podía ser real, hasta aquella noche...
El pueblo de Grafton es una localidad pintoresca, en el corazón de las montañas Apalaches. Sus calles adoquinadas serpentean entre frondosos bosques y el aroma de los pinos se mezcla con el dulce esencia las madreselvas. Es un santuario de árboles centenarios, donde el aire vibra con el canto de las cigarras.
Los residentes de Grafton son un grupo resilente: gente del diario, que se levanta con la salida el sol y trabaja duro en los campos. Por generaciones, se han contado historias que envuelven a cuatro familias, a quienes el pueblo debe su fundación: Sutherland, Finland, Walker y Shea. La marca de los fundadores ve frutos en un pueblo que, ante todo, sobrevive.
Pero si alguna vez te encuentras en Grafton, debes andar con cuidado. Tras la aparente belleza se esconde un secreto, una verdad que desafía el tiempo y la razón. Una melodía siniestra que reclama de entre las arboledas y que sólo puede acallarse con sangre...