Durante los procesos creativos, y los de la vida en general
surgen emociones demandantes, controlables e incontrolables.
Nuestra mente nos transforma, nos desintegra y nos integra.
Son tantas las cosas que nos suceden, mientras avanzamos
Sobre los lustrosos o desastrosos días, que más de una vez nuestra mente parece explotar.
Muchos somos, solitarios seres sociales, aunque eso parezca un oxímoron literario. Esos seres, que aunque parezcan de sonrisas fáciles, tienen ese ejercicio bien pillado.
No llega a ser esta una premisa verdadera, y se han quedado con muy pocas de esas bocas estiradas para sí mismos.
Otros simplemente no se estiran, ni intentan alcanzar nada, ni a nadie.
El sudor se apropia de nuestras palmas temblorosas, cuando la distancia entre estos dos personajes es un poco más corta, y lleva a confusiones creadas por nuestros pensamientos.
Nos convertimos en un Punching Ball, sin poder evitar algunos golpes en la cara, producto de los rebotes de nuestra propia emoción descontrolada.
Feliz o no, la ansiedad busca llamar la atención.
Muchas veces es la verdadera dueña de las palabras en tu mente, o de las falsas emociones que te hacen tambalear, queriendo salir sin procesar.
En el intento de silenciarla, hoy en forma de prosa, está aquí.
Así, hay muchas características propias de los seres humanos; que aunque establezcamos como fijas o predecibles bajo horóscopos, decanatos, teorías psicológicas, religiones y tantas otras cosas. Nada parece ser estable o real.
Somos la raza existente más maleable; sufrimos cambios constantes, y si tenemos suerte, no los sufrimos, logramos transitarlos.
De eso consta un poco este pequeño libro. De una de esas locas conceptualizaciones llamadas ansiedad. Se hace presente en letras.
Empieza su tremebunda y sudorosa historia, en la instancia ciclotímica, o quizá el simple reconocimiento de que podemos ser y dejar de ser, humoristas y dramaturgos cuando nos venga en gana.
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