El destino sabe como jugar, a veces es dulce, y otras veces nos tiene que dar duras lecciones. Siempre me gustó jugar, pero este juego era diferente, no era como los otros... Ella era el premio, tenía que encontrarla, pero lo que no sabia, era que en el camino tenía que luchar contra mi propia vida. Ella era como un fantasma en mi cabeza y en mi corazón, siempre rondando sin ser vista.
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