-¡¡Corre, te apuesto a que no me alcanzas!!- gritaba con una sonrisa de oreja a oreja, después de tanto ajetreó por fin estamos en paz, él y yo. -¡¡Eres una idiota!!- me dijo riendo con su encantadora sonrisa. Subíamos al techo para poder ver el anochecer juntos, al fin solos y en paz, pero eso no duró mucho tiempo. Solo recuerdo gritos, el olor a sangre y su cara llena de lágrimas, intenté acercarme pero no podía, no se porque. Solo tenía el sentimiento de querer quitarle esas lágrimas de su hermoso rostro pero algo me lo impedía, mamá ayúdame.