Armando nunca había sido el tipo de persona que pensaba mucho en tener hijos, ni en matrimonio, ni en una vida regular. Sabía perfectamente que en cualquier momento su vida podría terminar tan rápido cómo había empezado. El tenia una bala entre ceja y ceja, igual que todos sus compañeros, igual que su pareja de vida. No es que le molestara, o que le quitara el sueño por las noches, para nada, el había decidido esta vida criminal. No es como si alguien le hubiera apuntado una pistola a la cabeza y que le hicieran escoger vivir como delincuente. El tampoco era el tipo de persona que era ingenua al pensar que podría vivir con Yun por el resto de su vida, el había perdido la oportunidad a una vida pacífica hacia ya tiempo, y la mera fantasía de criar a un hijo era realmente ridículo. Porqué, entonces, se preguntaba aquel delincuente, sería que de un momento a otro, el corazón de hierro que había construido durante años, se habría derretido al momento de perderse en aquellos ojos azules claros de un bebé abandonado en un basurero?