El ser humano puede cometer innumerables estupideces a lo largo de su vida. Os sorprendería cuanta gente estúpida hay en este mundo. Están los que lloran por algo que jamás les ha pertenecido, esos capaz de dar la vida por algo que el destino ha ignorado poner en su camino. Están los que miran más por los demás, que por si mismos, un error difícilmente perdonable. Otros, al contrario, son demasiado egoístas para mirar a su alrededor, y solo apuestan por su egocéntrico ombligo. Están los que dan demasiado, y acaban vacios. Los que prefieren beber y emborracharse que leer un buen libro británico sobre el amplio sillón de su comedor. Los que cantan en bajo por miedo a ser escuchados. Los que reprimen sus sueños solo por el miedo a fracasar. Aquellos que prometen, te regalan el infinito y sus inmensas cantidades de promesas, y juegan con tus ilusiones para acabar convirtiéndose en nada, en simple polvo. Y finalmente, está la estupidez más elaborada y más grandiosa en la población humana, la estupidez de enamorarse. Y aquí estoy yo, enamorada del estúpido, arrogante e irresistible Michael Clifford.All Rights Reserved
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