[Novela original] Nadie lo esperaba, ni siquiera el presidente de los Estados Unidos. Un solo invento fue capaz de golpear el corazón del más grande imperio de la época. Algunas personas estaban satisfechas por aquel suceso; otras, aterrorizadas. El entusiasmo de muchos cayó después de la noticia, no creían en sí mismos para vencer a la oscuridad que sumergía a todo un continente en una pesadilla interminable. Una alianza tuvo que emerger para frenar la confianza excesiva de los hombres, hermanos de la esvástica. En los campos de batalla, se contemplaban cuerpos pálidos y manchados por la tierra húmeda de las lluvias. «La eterna guerra infernal parecía no tener final», pensaron los que sobrevivieron a la carnicería. Nadie quería seguir peleando, nadie quería morir. Una supuesta paz fue puesta en una mesa. Alrededor de ella, tres hombres, con plumas en mano, firmaron una hoja muy valiosa. Todo acabaría, pero la tormenta de la guerra seguía inundando el cielo. Era el año 1956. Rebeliones, ataques terroristas de pandillas movidas por una ideología, la supresión de la libertad, la persecución, las amenazas y las cicatrices del pasado eran problemas que persistían en la mente de un ser racional hundido en la depresión por no ver un futuro seguro. Las personas, intentando ver el lado positivo de la situación, buscarían una meta deberían vivir y luchar. Tres sistemas mueven a seis personas con diferentes propósitos, pasados y objetivos en un ambiente apagado, misterioso y dramático en el que podrían suceder millones de situaciones trágicas. Ahora, querido lector, yo te pregunto: «¿Tienes algún propósito para luchar o sigues aferrándote a tu destino?