En una sociedad como en la nuestra ser un omega ya es bastante malo, pero el ser un omega errante era aún peor. Una belleza delicada, etérea, fuera de este mundo, pero ese no era el mayor atributo, claro que no, el aroma que se desprendía como omega errante era una locura total, feromonas tan potentes, que no importaba si eras alfa o beta, si estabas enlazado, si tenías un destinado, ninguna de las anteriores situaciones representaba un obstáculo a la hora de tener a un errante frente a ti, porque acabas totalmente extasiado, perdías todo raciocinio.
Un nacimiento de este tipo pocas veces se daba...
Una vez cada mil años...
Uno en un millón...