Desde que tengo memoria, siempre he estado enamorada de Joe Anderson, el mejor amigo de mi hermano. Con su risa contagiosa y esos ojos que brillan como estrellas, cada vez que lo veo, siento mariposas en el estómago. Pero, por alguna razón, nunca me atreví a confesarlo. Tal vez era el miedo a arruinar la amistad entre ellos o el temor a que él no sintiera lo mismo. A lo largo de los años, he sido su sombra, disfrutando de cada pequeño momento que compartimos: las veces que venía a casa a ver películas, las tardes en las que íbamos todos juntos al parque y esas bromas internas que eran solo para nosotros. Sin embargo, mi corazón guardaba un secreto que latía con fuerza cada vez que lo veía sonreír. Un día, todo cambió Joe me marco. Con una sonrisa traviesa, me dijo que había estado pensando en mí y que quería que saliéramos a solas. Mi corazón se detuvo. ¿Estaba soñando? ¿Acaso realmente le gustaba a él también? Después de muchas miradas y risas nerviosas, finalmente se armó de valor. "¿Te gustaría salir conmigo?", preguntó, y en ese instante todo cambió. Sin embargo, la vida, como siempre, tiene sus obstáculos...