Aquel mes de otoño en el bosque, con aquellas típicas hojas anaranjadas, caminos secos y árboles semidesnudos, no pensé encontrar mi salvación. El cazador que estuvo por dispararme, me salvó la vida. No obstante, no todo iba a ser color de rosa. Lo que sí que no llegué a pensar era en lo asustada que iba a estar. En la clase de compromiso que iba a poner a todos los de mi alrededor de ahora en adelante. «¿Qué sería de mí una vez supieran todos la verdad?» me repetía bastantes veces. Por eso mismo... Con miedo de ser localizada, dejé de ser yo misma. Me transformé totalmente en otra persona, y aprendí así a sentir y comportarme como otro ser humano más.
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