Evans no tiene demasiados recuerdos de su madre. Había crecido con su padre en un departamento situado en un vecindario en el centro de la cuidad. Vivía feliz, por supuesto, dentro de lo que cabía, por momentos sentía el vacío que sólo podía ocupar aquella mujer que nunca se rindió y que pagó el precio de una sociedad atrapada en las barreras del pasado. Formó en su mente una imagen clara de su madre, a veces imaginaba sus brazos rodeándole en abrazos cálidos y a veces encontraba las palabras que quizá ella le diría, en su padre o en su singulares amigos. Pero aún así, nunca hubiera imaginado que su madre había partido dejándole un regalo que preservaría por el resto de su vida, había esperado años, pero al final de todo, la espera había valido toda la pena.