Es mi vida. Es la fiesta donde nadie asistirá, no porque se olvidaron de la existencia de esta pequeña alma sino porque las invitaciones regresaron a mis manos. Esperaré en mi habitación la llamada de los que dicen quererme, de las que dicen que soy especial para ellos, de los que me llaman: amigo. No esperaré por mucho, sus llamadas me abandonaron hace mucho entre rosas negras y un clavel rojo que se marchitó. Así que agarré del escritorio un pliego de papel con el que me cortaba los dedos cuando el origami era mi pasión, y escribí. Escribí todo lo que un día conté al plástico, lo que no conté por vergüenza de mis actos, y lo que le contaré a la persona indicada.