La sensación de invasión me resultaba tristemente familia, y no sabría decir cuándo fue que empecé a pensar que mi cuerpo no era nada más que un objeto. Pero... ¿qué más podía hacer? -Tu dinero -el acento australiano de Miray me hizo alzar la cabeza, me arreglé la blusa como pude y tome el fajo de billetes que me ofrecía. -Mañana asegúrate de llegar temprano. Asentí silenciosa y me aparte un mechón rubio de cabello que me obstaculizaba la vista, me arregle la ropa como pude y salí de ahí, eran las 3 am, mañana debía rendir un examen, y yo otra vez no había estudiado.
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