▶Con el pasar de las décadas, a Ciel dejó de parecerle extraño ser un demonio, y muchas emociones humanas iban y venían como un simple carrusel o una montaña rusa. Desde su huida con Sebastian, alejándose de todos los que alguna vez habían sido sus conocidos, y llegando a la tranquilidad de una nueva morada espaciosa en una propiedad privada de Japón, Ciel se dio cuenta por fin de lo evidente: Sebastian no parecía feliz. Ciel tardó años en entenderlo, y más en notarlo, pero después de haber convivido con él diario, por casi doscientos años, se percató de que entendía por qué Sebastian no se mostraba tan carismático como sus tiempos en las que él era humano: se había quedado sin su esperada cena, y por el contrato, ya no podía unirse a otra alma para pactar. ¿Lo mejor sería dejarlo ir? Sí, era lo mejor. Ciel Phantomhive había tomado una decisión, pero primero debía de aprender a hacer algunas cosas por su cuenta.◀
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