«Algunas personas están hechas de destellos. Otras, de cenizas y, después él y yo, que fuimos fuego». Algunas personas son alegres, capaces de compartir ese brillo con quienes los rodean. Otros, son melancolía pura. Dañan la vista, les piden que sonrían. Y están aquellos que arden por dentro, que se controlan y que tarde o temprano, explotan. Esta es la historia del desencuentro entre esos tipos de personas. Las palabras escritas han quedado. No pueden borrarlas, aunque ya lo han intentado. Al final, en la oscuridad sólo quedan las luces centellantes de las que brotan destellos. Y de los grandes incendios, sólo quedan las cenizas, pero esta ocasión no. Esta vez ha quedado poesía.
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