Es increíble como toda tu vida se puede desmoronar de un momento a otro. La gente lo llama punto de inflexión, pero a mí me gusta llamarlo precipicio. Es ahí donde te das cuenta de que todo por lo que has luchado puede desaparecer, dónde aprendes que la persona a tu lado quizás solo era un fantasma, dónde puedes renacer o perderte en el vacío. Los precipicios dan miedo, toda tu vida se puede tambalear mientras tus pies se debaten entre el cielo y la tierra, pero mi precipicio era de un azul tan intenso que cualquiera hubiera querido perderse en su mirada, tenía una sonrisa tan increíble que podría iluminar un día de lluvia. Quizás yo fuera masoquista y me gustara saltar al vacío, quedarme sin respiración mientras esos brazos me envolvían por la cintura y perder un poco la cordura en cada beso. Quizás y solo quizás, amaba ese precipicio en el que cada día jugaba a todo o nada.