Detrás de un generoso ramo de tulipanes blancos encuentro con la mirada algunos de sus garabatos que amaba hacer al aburrirse. Su mirada... solar, pero emponzoñada. Porque mientras que por fuera te baña con la luz primigenia, por dentro te incendia la sangre y erosiona tus entrañas. Y mi condena, era este delirio a la eternidad, como tantas veces en mi vida. "Nunca ames a alguien que te haga sentir ordinario".