Para una chica de buena familia y un techo sobre su cabeza debe ser impensado tomar un arma y reventarle la cabeza a un desconocido, o eso imagino, ¿no? Como sea, no es mi suerte. Quizás si no fuera la miserable que mi padre convirtió tendría un poco más de moral que me impediría disfrutar el estruendo de las balas, pero no lo soy. Acepté el trato, pero no contaba con que él sería mi fin: Jackson. ¿Cuánto tardaría en matarlo? ¿Un mes, dos, quizás tres? Nada parecía imposible, si tan sólo hubiera sabido...
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