Los dos estábamos rotos, a ambos nos faltaban piezas, entonces tuvimos una idea, tal vez, sólo tal vez, si juntábamos lo que quedaba de nosotros, podríamos completarnos, podríamos estar enteros si éramos uno sólo.
Y en cuánto mis brazos lo sujetaron, cuando se aseguró de que yo lo sostendría, se rompió, como si cada golpe le hubiera afectado a el mismo tiempo, se quebrantó hasta casi desvanecerse, pero no había problema, porque yo estaba ahí, no permitiría que sus pedazos impactarán contra el suelo, y el lo sabía.
-Anhelo el día en que pueda escapar de aquí, que viva sin las mismas ataduras de siempre, y se que va a llegar ese día, pero temo que aún estando lejos, se las ingenien para torturarme. Ojalá fuera huérfano, ojalá se cumpliera mi deseo de estar solo, ojalá estuviera muerto,ojalá todos estuviéramos muertos. - dijo entre sollozos
- Tienes razón - tomé su rostro, intentando transmitir todo lo que sentía, con una sola mirada - Yo también prefiero perder la vida, que las ganas de vivirla.
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.