Los dos estábamos rotos, a ambos nos faltaban piezas, entonces tuvimos una idea, tal vez, sólo tal vez, si juntábamos lo que quedaba de nosotros, podríamos completarnos, podríamos estar enteros si éramos uno sólo.
Y en cuánto mis brazos lo sujetaron, cuando se aseguró de que yo lo sostendría, se rompió, como si cada golpe le hubiera afectado a el mismo tiempo, se quebrantó hasta casi desvanecerse, pero no había problema, porque yo estaba ahí, no permitiría que sus pedazos impactarán contra el suelo, y el lo sabía.
-Anhelo el día en que pueda escapar de aquí, que viva sin las mismas ataduras de siempre, y se que va a llegar ese día, pero temo que aún estando lejos, se las ingenien para torturarme. Ojalá fuera huérfano, ojalá se cumpliera mi deseo de estar solo, ojalá estuviera muerto,ojalá todos estuviéramos muertos. - dijo entre sollozos
- Tienes razón - tomé su rostro, intentando transmitir todo lo que sentía, con una sola mirada - Yo también prefiero perder la vida, que las ganas de vivirla.
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.