Dulces de pólvora y estramonio.

Sybil ha perdido los últimos remanentes de su familia en el fuego y lo único que le queda es un tío, más un concepto que un hombre de carne y hueso.

Teme que dicho hombre la aleje de su mayor ambición: la universidad que con deshonestidad ha estado trabajando para costear.

Para Isaac es una cruel broma del destino, su hermana lo extirpó de su vida y su familia para proteger a sus cuatro hijos, deseando que estos últimos estuviesen lejos de la oscuridad y del dinero bañado en sangre. Y ahora tiene una señorita de veinte a su cuidado.

¿Cómo encaja esa muchachita en sus planes?

En el sótano de Fishlock Manor una mujer juega con azufre, polvora, llaves de percusión, de chispa y otros instrumentos de la muerte, todo a pedido de los patrocinadores.

Todo sea para solventar la investigación que lo llevará a la grandeza, a la cúspide de la realización médica.

Laurent es el único amigo que Sybil ha tenido, quien inspiró su deseo de transformar al mundo, de probar que alguien con sus humildes origenes también puede ser el rostro del progreso.

Y Laurent es tambien quien juega con el estramonio, los venenos y las enfermedades contenidas en botellas de cristal en el invernadero de la mansión.

¿Qué tanto puede alguien acercarse al sol sin quemarse? ¿Qué tanta sangre puede tener en las manos alguien que no empuña el arma pero la crea?